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martes, 30 de septiembre de 2008

HIJOS MASCULINOS EN UN MUNDO AFEMINADO

Fuente: CORÓNAME Lo que todo hijo quiere y necesita de su padre. Autor: Steve Farrar

Adaptación: Veronika Wiens
Soy propietario de cuatro vacas. Todo comenzó hace un par de años cuando compré dos vacas cargadas. Seis meses después, nació una vaquita y algunas semanas más tarde nació un ternerito. Fue entonces cuando la vida se volvió interesante.

Antes de que hiciera su aparición el ternerito, podía caminar por toda la pradera sin siquiera pensar en vacas. Entonces, una vez que el ternerito llegó a unos seis meses de edad, no podía caminar por la pradera sin pensar en él. El pequeño toro se creía dueño de la pradera. Y no le gustaba que yo invadiera su territorio. Por esto me atacaba sin previo aviso. Solía gustarme caminar por la pradera, y también a mi esposa. Pero, cuanto más crecía el toro, menos disfrutaba de la pradera. Este pequeño toro era demasiado agresivo. No se quedaba quieto y tranquilo como las hembras que compartían. Así, que decidí, pues, llamar al veterinario. Tres días después, cuando pasaba junto al establo, había dos testículos que colgaban de la valla. Esa noche anduve por la pradera y el toro no me atacó. Me miró como de reojo, pero no atacó.

Lo habían castrado. Ahora era como su madre, y a partir de ese día, actuó como su madre.

AFEMINADOS

En nuestro tiempo, no castramos a los muchachos, pero sí es cierto que los afeminamos. Y ni siquiera nos damos cuenta de lo que hacemos. La mayoría de nosotros ni siquiera sabíamos que era posible afeminar a un muchacho. Pero sí lo es. Y en mayor o menor medida, esto les ha sucedido a todos los varones en nuestra cultura. Con todo, la buena noticia es que, a diferencia de la castración, es REVERSIBLE.

Resulta Muy claro que Dios quiere que los padres guíen a sus hijos. Cuando un padre guía, ama y disciplina a su hijo al que ama, ese muchacho de manera inconsciente aprenderá a cómo ser masculino. Cunado a un muchacho lo guían mujeres o lo educan sobre todo mujeres, ese muchacho casi con toda certeza se afeminará.
Sin embargo, no olvidemos que esto se puede revertir con facilidad.
QUÉ ES LA AFEMINACIÓN?

Según Stephen Clark, un varón afeminado es uno que ha aprendido a comportarse o reaccionar en formas que son más bien propias de mujeres. El varón afeminado puede ser normal como varón, sin tendencias a rechazar ser varón ni inclinación hacia la homosexualidad, y a pesar de ello, puede haber estado tanto bajo la influencia de mujeres o identificado tanto con un mundo en el que predominan las mujeres, que muchos de sus intereses y rasgos son más femeninos que masculinos. En comparación con hombres que no han sido afeminados, dará mayor importancia y atención a cómo siente y a cómo sienten otras personas. Será mucho más gentil y manejará las situaciones de una manera suave. Un hombre afeminado puede tener un carácter en el que los rasgos de suavidad y tranquilidad sean más fuertes que los rasgos de agresividad y coraje.

Cómo puede un muchacho aprender a ser hombre si está siempre con mujeres en sus años formativos? La respuesta es que le va a resultar muy difícil aprender a ser hombre cuando está siempre en presencia de mujeres. Los muchachos jóvenes necesitan a mujeres que los amen y cuiden. No obstante, el muchacho necesita a un hombre en su vida para que le muestre cómo es la masculinidad.

Según Clark, la afeminación es un patrón cultural que se transmite a los hombres, conduciéndolos a asumir un enfoque afeminado en lo que respecta a emociones, relaciones personales y valores. Este patrón cultural se transmite a través de los medios de comunicación, del sistema escolar y de la familia, y su impacto más profundo lo ejerce en la infancia y la adolescencia. A diferencia de la feminización no es difícil cambiar la afeminación. Requiere sobre todo el contacto con un nuevo patrón cultural, nuevos modelos, un entorno social nuevo, un nuevo conjunto de valores.

MASCULINIDAD DE ESTEROIDE

Qué es pues, la masculinidad?

Es una disposición a liderar, a asumir responsabilidad y a ser un emprendedor. Los hombres masculinos toman iniciativas. Es una inclinación a despreciar la pasividad y a hacer lo adecuado. Es una disposición a quedarse solo y a ser impopular. Es un deseo de proteger y proveer para la familia de uno y que son débiles o discapacitados. Requiere valor, honor y la voluntad de sacrificarse, incluso si fuera necesario, a costa de la propia vida por el bien de otros. Esto es masculinidad.

El mundo piensa que uno es masculino si es un peleador de la calle. El mundo piensa que uno es masculino si toma esteroides y tiene un aspecto fuerte. Con todo, esa clase de actividades no hacen que uno sea masculino. Usted puede ser el tipo más bravucón de la cuadra o el tipo más corpulento del gimnasio, y a pesar de ello, ser afeminado.

La verdadera masculinidad no recibe el debido aprecio en nuestra cultura. Es rechazada y objeto de burla. Los medios de comunicación y la élite académica desean hombres a los que haya formado un veterinario. Solo quieren hombres muy trabajadores y con ímpetu que sean muy, muy sensibles. No obstante, cuando aquellos dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, lo que de repente necesitamos fueron hombres masculinos. Los hombres afeminados no entran a edificios en llamas. Pero sí lo hacen los hombres masculinos. Por eso Dios creó a los hombres para que fueran masculinos.

En nuestra época, los hombres se afeminan no solo por la cultura, sino también en la iglesia. Por ello, la afeminación es un gran peligro de que su hijo no llegue a ser el hombre que Dios quiso que fuera.

Un hombre bien masculino honra a Dios y bendice a todos los que están bajo su dirección. Ejemplos como Sadrac, Mesac y Abed-nego, que entraron a un fuego intenso. Daniel que se enfrentó a leones hambrientos en un oscuro foso. José que huyó de la esposa de Potifar. Los apóstoles que murieron como mártires.

Da pena decirlo, pero muchos de los reyes del Antiguo Testamento abandonaron la masculinidad por temor: temor a otros reyes y enemigos más poderosos, temor a que Dios no fuera a cumplir sus promesas, temor al daño físico, temor a la pérdida de poder del trono, temor a mujeres como Jezabel que castraba a los hombres.

En lo más hondo de todo hombre late un corazón masculino. Solo se necesita el impulso inicial para que ese corazón comience a latir. Dios nos hizo para que fuéramos masculinos. Quiere que experimentemos el gozo de la masculinidad en toda su plenitud y placer. Aun así, los hombres deben comenzar por dar un paso al frente y decirle sí a Él y no al mundo afeminado en el que vivimos. Cuando hagamos eso, nuestros hijos están apenas un paso por detrás de nosotros, copiando cada uno de nuestros pasos.

LA CAUSA DE LA AFEMINACIÓN

El hombre afeminado no es uno que se sienta atraído hacia otros hombres. LA AFEMINACIÓN ES MÁS SUTIL QUE ESO. Tiene que ver con el hecho de que para la mayoría de nosotros las mujeres han sido las personas dominantes en nuestra vida.

Cuántos maestros conocemos de preescolar al sexto grado? Hemos ido dando forma a un sistema en el que la influencia primordial sobre los muchachos, de lunes a viernes, cinco días de la semana, es la de las maestras. Nosotros colocamos a los muchachos en un sistema por cuarenta horas a la semana con mujeres y no con hombres.

Usted cree que Dios creó a los muchachos de ocho años para que permanecieran quietos, sentados en un pupitre en una habitación durante ocho horas diarias? Si es un hombre, responderá que no.

Cuando un muchacho está con mujeres que quieren que actúe como las niñas que permanecen sentadas por ocho horas al día sin respirar, Las maestras van a premiar a los muchachos y darles buenas calificaciones de conducta cuando comiencen a actuar como una niña en el sistema. Este es una de las formas en que los muchachos se afeminan.

LA CURA DE LA AFEMINACIÓN

La cura consiste en que ese varón esté con otros varones que no sean afeminados. Nuestros hijos necesitan estar alrededor de una predicación y un culto masculinos. Necesitan ver hombres masculinos en nuestros púlpitos, que prediquen como los mensajeros masculinos de la Biblia. Necesitamos personas como Elías y Juan, el Bautista, que no tengan temor de hablar con valentía contra una cultura sin Dios y llamar pecado a lo que lo es. Necesitamos Isaías y Jeremías que hablen en el terreno político y en los tribunales del país. Estos hombres podían mirar a la cara a un rey para decirle la verdad.

Pero en lo últimos tiempos, juzgar al pecado se ha vuelto impropio en lo religioso. Lo peor ahora resulta que es ofender. De modo que la verdad por su misma naturaleza ofende a quienes viven en pecado. Satanás aborrece la verdad. Y hará lo que sea para impedir que sea proclamada.
Caballeros, estamos en guerra. Lo más frecuente es que los aspectos que oímos que se exaltan son los más femeninos: TERNURA, COMPASIÓN, SENSIBILIDAD, SUAVIDAD.

Son importantes. Pero no son más espirituales o deseables que la combatividad, el coraje y la defensa de la verdad. En esta guerra entre el bien y el mal, no necesitamos guerreros tiernos. Por eso nuestros púlpitos se han ido volviendo cada vez más lugares de diplomacia, de disimulos, de embobecimiento, de tratar de no ofender.
En las trincheras no se quiere ternura, se quiere guerreros apasionados y valientes, hombres dispuestos a morir.

Hasta a Jesús le afeminaron. Sí cantamos de la hermosura de Cristo, sus apóstoles nunca dijeron que fuera hermoso. La impresión de su hermosura que se transmite hoy es femenina, uno no le hace un cumplido a un hombre diciéndole que es bello.
Los dibujos de JESÚS LO MUESTRAN CON MANOS BLANCAS, BIEN CUIDADAS Y UN CABELLO INCREÍBLE, BRILLANTE Y ABUNDANTE.

A Jesús lo educó José en el taller de carpintería y no compraba la madera en una de esas tiendas de artículos de construcción. El mismo cortaba los árboles y cepillaba las tablas. Tenía antebrazos poderosos. Y no tenía manos suaves. Tenía callos debido al duro trabajo físico. Por esto salieron huyendo cuando los echó del templo. Nadie se atrevía a enfrentársele. Y fue porque no se parecía a esos cuadros afeminados.

Para derrotar la afeminación y fomentar un comportamiento masculino usted debe:

• Asumir el puesto como cabeza de su familia donde lo colocó Dios. Si proviene de una casa en la que su padre renunció a su papel como jefe tribal para que lo asumiera su madre, no repita el error, es pecado. Usted es la cabeza, el líder, y de ello responderá ante DIOS. Ame a su esposa, pero no le permita que lo toque como si fuera un violín. Si ella lo gobierna, usted ha permitido que lo afeminen. La mayoría de las mujeres anhelan estar bajo un liderazgo masculino y piadoso. Debe convertirse en el líder espiritual de su familia.

• Enseñar a su hijo a resistir solo: Lo importante es ser fiel a Dios, a la familia y a sus principios antes que cualquier otra cosa en la vida. Los jefes de familia y los comandantes en jefe tienen que ser modelos de masculinidad y de altruismo para quienes lideran.

• Considerar distintas alternativas escolares. Nuestros hijos necesitan una buena educación, pero sobre todo necesitan una interacción sana con varones. Los padres deben ser parte de la educación de sus hijos. Si no hay un papá, puede involucrarse un abuelo, un tío o un vecino. Pero muchas cosas de la vida y sobre todo como enfrentar la vida como hombre, se aprende al lado de un hombre.

• Aprender de la historia de los hombres. Conocer hombres, que la historia ha denominado héroes, puede que tuvieron muchas faltas, pero en su mayoría fueron personas que defendieron sus familias, su país, trataban de proveer lo que necesitaba la familia y lideraban cuando había que tomar decisiones. Todos conocían al jefe de la familia, y nadie dudaba que iba a actuar, si la situación lo exigía.

El feminismo trajo como consecuencia que los hombres se sientan inseguros de su manera de actuar y cada vez más renuncien a su masculinidad, y eso causa la destrucción de las familias. Las mujeres y los hijos necesitan un guía, un líder fuerte y convencido, no blando y temeroso, quien se deja dominar de las opiniones.

Hombres asuman su rol que DIOS les ha dado, por el bien de sus familias y especialmente por el bien de sus hijos y con eso de sus hijas.

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