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lunes, 7 de julio de 2008

Perdonaras a tu pareja 490 veces y muchas veces más

Perdonaras a tu pareja 490 veces y muchas veces más

El matrimonio de Néstor y Miriam no les trajo más que infelicidad. Se la pasaban peleando, los hijos siempre se rebelaban y la casa lucía como un chiquero. Tenían ideas diferentes por completo en cuanto al estilo de vida, al matrimonio y a la crianza de los hijos. Con el tiempo, su ya dividido matrimonio estaba lleno de odio, amargura y conflictos. Se presagiaba lo peor.

Néstor trabajaba como representante de ventas por lo que pasaba dos o tres noches por semana fuera de su casa. En uno de estos viajes, conoció a una joven divorciada llamada Silvia. Se citaron a cenar “solo para conversar”, y así surgió una aventura amorosa. Cuando Miriam se enteró, enfrentó a Néstor quien abandonó el hogar de inmediato.

A los pocos meses, Néstor había cometido adulterio, tanto Miriam como el tenían que perdonarse. Esa aventura amorosa sencillamente remataba años de negligencia, crueldad, egoísmo e indiferencia. Ambos tenían mucho por hacer si deseaban salvar su matrimonio,

Una pregunta difícil

Muchas parejas hoy en día se hacen la misma pregunta difícil que enfrentaron Néstor y Miriam: ¿Puede nuestro matrimonio sobrevivir al adulterio? Esta pregunta tiene mucho que ver el séptimo mandamiento: Perdonaras a tu pareja490 veces y muchas más. De mis conversaciones con matrimonios he descubierto que no hay nada mas duro para un cónyuge que perdonar el adulterio. Un acto de infidelidad puede destruir la confianza y dividir a las parejas más que cualquier otro error o equivocación.

Proximidad

Para muchos de los que caen garras del adulterio existe “alguien” en el trabajo o en el campo de deportes o en el gimnasio. Poco a poco, esa proximidad que era meramente física pasa a ser una proximidad culmina en la proximidad máxima de la relación sexual, como fue en el caso de Néstor y Miriam. De esa manera, dos personas heridas terminan hiriendo a los demás.

Problemas

Todas las familias tienen problemas que van desde relaciones difíciles con los hijos hasta desacuerdos sobre como manejar la casa. Como resultado de eso, la relación sexual de la pareja a menudo se resiente.

Algunas personas pasan por lo que podríamos llamar “crisis de la edad media”. El hombre a esa edad intenta probar su virilidad mientras la mujer menopausia intenta demostrar que sigue deseable.

Otros problemas se relacionan con el fracaso o el éxito. Las personas que han fracasado se sienten heridas y buscan apoyo. En ocasiones se sienten avergonzados de buscar ese apoyo en su pareja por lo que recurren a otro que pueda “comprenderlo”.

Respuesta a otros errores

Por supuesto que existen otros errores que producen distanciamientos. Aun cuando permanezcan sexualmente fieles el uno al otro, continúan agrediéndose con hechos de insensibilidad, crueldad, momentos de egoísmo y palabras hirientes. A menos que las cosas cambien, la espiral de la amargura continuara atrapándolos.

Podemos responder de manera ineficaz y en ocasiones, de forma hiriente. Algunos cónyuges, cuando son agraviados contraatacan y toman venganza “Ojo por ojo”.

Otros responden con rebeldía.

Por ultimo, otros responden con la resignación. Bien, supongo que así son los hombres, se dice a si misma. Acostare a los niños y me pondré a leer.

En el caso del adulterio, la resignación es la reacción más triste de todas. El cónyuge ofendido sencillamente acepta la conducta de su pareja. De ahí que convivan en un ambiente de “Tú haces tu vida y yo hago la mía. Estemos al día en las cuentas, mantengamos a los niños alimentados y vestidos y las apariencias intactas”.

Estos tres tipos de respuesta causan tanta destrucción como el error mismo. Sin embargo existe una respuesta adecuada, la respuesta que Dios bendice.

Se llama perdón.

El camino del perdón

¿Cuál es la mejor manera de manejar las imperfecciones, los errores y los pecados que existen en el matrimonio? La palabra clave es “perdón”. Todos necesitamos cultivar un estilo de vida de perdón y un corazón que perdona sistemática e incondicionalmente.

La profunda sabiduría de Jesús nos deja sin palabras. Lo que quiso decirle a Pedro es que el perdón no es una cuestión de una vez, dos veces o hasta siete veces sino que es un estilo de vida. Lo que sucede es lo siguiente: cuando uno perdona a alguien 490 veces, alrededor de la vez número 300 uno ya adquirió el hábito de perdonar. El perdón debe ser algo habitual, una practica que se convierte en algo natural de uno.

Por sobre todo, no hay dudas de que se debe ser parte de un matrimonio saludable y prospero.

Hay que deshacerse de las pequeñeces

A esta altura puede hacerse la idea de que el perdón es para las cosas graves como el adulterio. Incluso puede que piense que este capítulo no se aplica a su caso. Quizás crea que no necesita practicar el aprender a perdonar porque en su matrimonio no existen ofensas graves. Tal vez su cónyuge no anda coqueteando por ahí, no bebe, no dice palabrotas ni abusa físicamente de la familia.

Esas zorras pequeñas

En esa clase de relación es fácil que uno permita que las cosas insignificantes que no apresen en el radar, permanezcan por debajo de la superficie hasta que de pronto surgen como una enorme señal luminosa en la pantalla y todo porque no consideramos que esas pequeñas ofensas necesiten ser perdonadas.

Por supuesto que debemos evitar las cosas graves que pueden destruir nuestra relación, pero serán mas las veces que tengamos que perdonar las pequeñeces, esas costumbres o modales que nos irritan y que pueden abrir una brecha entre los cónyuges. Estas “zorras pequeñas” carcomen y desgarran hasta que terminan por arruinar el matrimonio.

Niveles de perdón

Un matrimonio no es tanto una unión de dos personas que se aman como lo es de dos personas que se perdonan. Los mejores matrimonios están formados por dos personas que se han comprometido a perdonar todos los días.

Algunos creen que todo lo que tienen que hacer para perdonar a su cónyuge es decir: “Te perdono”, y no volver a hablar del tema. Sin embargo, eso no es perdón verdadero. El perdón verdadero requiere una transformación que parte de una decisión hecha desde lo profundo del corazón. No es algo mental sino del corazón de donde hay que borrar por completo lo ocurrido.

El perdón no es el balbuceo de unas cuantas palabras amables a la parte ofendida. Esas palabras deben existir, pero hace falta también que sucedan otro tipo de cosas para que el genuino perdón bíblico tenga lugar.

Cuestiones del corazón

Aceptación

Si tenemos que ocuparnos de una ofensa, en primer lugar debemos aceptar a nuestro cónyuge. La aceptación implica el reconocimiento de que hubo un acto hiriente. No se puede deshacer el daño, ni siquiera en esta época de revisionismo histórico. No podemos cambiar lo que ha pasado ni tampoco mantenerlo oculto por mucho tiempo. Podemos ofrecer excusas o pretextos, pero la realidad indica que los hechos ocurrieron y que debemos enfrentar las consecuencias. Tenemos que hacernos cargo de la realidad.

Es lamentable que algunas personas nieguen que hayan sido heridas o que hayan herido a alguien. “No tiene importancia. Hago como si no hubiera pasado nada y sigo adelante, es demasiado penoso ocuparse de eso”. No obstante, la ofensa existió. Es un hecho tan real como que Neil Armostrong camino sobre la superficie lunar.

Cuando las personas caen en la negación, lo que sigue es un proceso peligroso. Aparece la ilusión. Entonces esas personas comienzan a vivir en un mundo de fantasías. Si pasan el tiempo suficiente en ese mundo irreal, pueden aislarse por completo de la realidad.

Las emociones

¿Cuál es nuestra respuesta emocional cuando nuestro cónyuge comete algún error o nos hace algo malo? Cuando nos hieren, por lo general tenemos una intensa reacción emocional.

Cuando alguien traiciona nuestra confianza sentimos un dolor muy profundo y necesitamos tiempo para que esas emociones se sanen y para que pueda reestablecer la confianza. Esta puede ser una parte normal y saludable del proceso de sanidad y perdón. E problema con estos sentimientos es que puede que persistamos en ellos por tiempo indefinido y los usemos como armas en contra e aquel que nos ha herido. El uso de este tupo de armas siempre causa heridas en la persona y en la relación.

Por supuesto que se puede tener una reacción emocional cuando su cónyuge ha cometido un error. La clave esta en saber que hacer con estas emociones agitadas.

Llevar cautivo todo pensamiento

Una vez que perdonamos y abandonamos las viejas heridas, necesitamos dar el paso siguiente para ser verdaderamente libres. Tenemos que “llevar cautivo todo pensamiento” y someternos a Cristo y a su enseñanza (2 Corintios10:5)

Nuestras mentes son campos de batalla. El enemigo de la humanidad sabe que si puede conquistar este territorio, podrá gobernar a la persona. Satanás, nuestro adversario, nos lanza pensamientos dañinos, ¡esa es su estrategia! Esa clase de pensamiento no pertenece a la mente de Cristo y son por lo tanto incompatibles con aquel que busca seguir a Cristo.

Esos pensamientos adoptan diferentes disfraces. Ya sea que se presenten en forma de pensamientos inmorales, de engaño, de enojo, de lujuria, de odio o de egoísmo debemos tratarlos a todos de la misma manera como si fueran un ejército enemigo y tenemos que hacerles frente como soldados en el campo de batalla. Tenemos que atacarlos y llevarlos cautivos como prisioneros de guerra que entregamos al comandante jefe, al Señor Jesucristo. Esto deja sin armas a los invasores que ya no pueden seguir amenazándonos.

Esos pensamientos intentaran atacarnos de una de estas dos maneras: por medio de subterfugios o de una emboscada. A veces se presentan a hurtadillas mientras que en otras ocasiones permanecen a la espera como una fuerza masiva. Sea cual fuere el caso, debemos tomar la firme decisión de orar y decir algo como lo siguiente: “Padre, no voy a ceder terreno a estos pensamientos, no los voy a tener en cuenta. Me niego a que me impidan avanzar o me dominen. Me niego a tener resentimiento, amargura, enojo y rencor. ¡Entregare todos estos pensamientos invasores al Señor Jesús!”

A medida que esto se convierte en un habito descubrimos que nuestras emociones gradualmente pasarán a estar bajo control: el control de Cristo.

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