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martes, 30 de septiembre de 2008

EL PRINCIPIO DE LOS LENTES


Fuente: Libro “La brújula de la familia” (Autor Kurt Brunner)

Adaptación: Mirian Hempel


Nuestros hijos necesitan los lentes correctivos de la verdad para orientarse en las sendas engañosas de la vida.


Así como lo “normal” para nosotros es muy diferente de lo que nuestros padres entendían por “normal”, los lentes que nuestros hijos usan para observar el mundo e interpretar lo que ven, su cosmovisión, estarán muy influenciados por la cultura que los rodea. Si el ritmo de los cambios en las últimas tres décadas es indicación alguna de lo que vendrá, asusta pensar lo que será “normal” cuando nuestros hijos tengan nuestra edad.


Esta es la dura realidad que tenemos que enfrentar como padres en este siglo: los tiempos están cambiando, y no necesariamente para mejor. De acuerdo con el “índice de los principales indicadores culturales” recopilados por Bill Bennet, durante un período de décadas, desde que teníamos la edad que tienen nuestros hijos ahora, se han producido cambios en todas partes del mundo. Algunos de estos cambios son:


  • En la década de los sesenta, mirábamos cinco horas de televisión por día. Hoy, con contenido más gráfico y violento, las familias miran más de siete horas diarias. Quizás a esto se debe que el cincuenta y seis por ciento creamos que la televisión es la principal influencia de nuestra vida, ¡más que los padres, los maestros y todos los líderes religiosos juntos!

  • La estabilidad familiar se ha desintegrado todavía más, las tasas de divorcio se han cuadruplicado desde 1960. Hoy hay cuatro veces más niños provenientes de hogares divididos que cuando éramos niños.

  • Ha habido quinientos sesenta por ciento de incremento en los delitos.

  • Hay tres veces más hijos viviendo en hogares monoparentales, fundamentalmente debido al cuatrocientos por ciento de aumento en el número de nacimientos ilegítimos. En 1960, solo cinco punto tres por ciento de los nacimientos eran fuera del matrimonio. En 1990, veintiocho por ciento de los nacimientos eran ilegítimos.

  • En 1972, trece por ciento de los embarazos terminaban con un aborto. En 1990, uno de cada cuatro embarazos termina con la tragedia de muerte inducida en vez de la dicha del nacimiento. Durante el mismo período, los casos de maltrato infantil han aumentado casi cuatrocientos por ciento.

  • La tasa de suicidio entre adolescentes se ha más que triplicado desde 1960. hoy en día, el suicidio es la segunda causa de muerte entre adolescentes, solo superada por los accidentes.

Nos guste o no, somos parte de una generación muy distinta a la que conocieron nuestros padres. Muchas personas no tienen cabida en su mente para el bien y el mal. Toda persona es libre para crear su propia realidad.


No hay un consenso moral que sirva de freno a nuestra cultura y su inclinación hacia su autodestrucción. No hay propósito, no hay significado, no hay “un cuadro más grande” de la historia en donde los capítulos de la vida desempeñan su parte. ¿Cuál es el impacto de este cambio? En buenos términos, el nivel de competencia por los corazones y mentes de nuestros hijos ha aumentado dramáticamente.


A la luz de semejante cambio cultural agudo, debemos enseñar más que resueltamente el marco histórico de la vida. El reto para los padres es mayor que el desafío de generaciones anteriores. Llevar un vida tranquila ahora no es suficiente. Nuestros hijos necesitan estar equipados para enfrentar circunstancias que pocos de nosotros nos habríamos imaginado hace unos años.


Debemos ayudarlos a comprender los principios básicos que constituyen el fundamento donde las familias y los individuos pueden edificar vidas con sentido y propósitos duraderos. No se pueden dar por sentados los puntos de referencia comunes con respecto a la verdad, la mora, el carácter, la fe y otros aspectos vitales. Ya no es posible aceptar pasivamente las normas culturales. A veces debemos contrarrestarlas activamente, y ponerlas en tela de juicio.


¡Animo! ¡Se puede lograr! ¿Cómo? Equipando a nuestros hijos con una brújula que apunte siempre al verdadero norte, a pesar de la dirección en que soplen los vientos de la cultura reinante. Podemos ayudarlos a establecer una medida “normal” en su vida: dándoles los lentes de la verdad para despejar la niebla de un mundo confundido.


En otras palabras la batalla es por la mente. Tenemos un enemigo que quiere esclavizar a nuestros hijos a la mentira. Sin embargo, podemos contribuir a despejar las tinieblas de la decepción si les entregamos a nuestros hijos la luz de la verdad. Con ello, quizá podríamos comenzar un ciclo de varias generaciones de duración.


Según el Salmo 78:5-8


Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez le enseñaría a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios.


De nuevo, viviremos conforme a los que creemos que es la verdad, independientemente de si esa creencia es válida o no. La transformación de la mente es un proceso de toda la vida que consiste en sustituir creencias y percepciones falsas por verdaderas. Los padres somos quienes tenemos la responsabilidad principal en la formación de las perspectivas de los hijos y por lo tanto debemos comprender la importancia vital de darles desde un principio lentes correctivas de la verdad.


Jesús enseño que estamos librando una batalla en donde el arma principal del enemigo es la decepción: que debe ser contrarrestada con la verdad. Nuestra tarea es tener la determinación de equipar a nuestros hijos con la capacidad para esquivar el engaño y reconocer la verdad. El principio de los lentes afirma que nuestros hijos necesitan lentes correctivos de la verdad para poder transitar pro las sendas engañosas de la vida.

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